Recién en el colectivo -el 110- una mujer ,de no más de 30 años, se comportó de una manera muy interesante: vale decir que dicha mujer estaba completamente loca, pero eso no le quita mérito al caso. Según mi interpretación, ella tenía cinco o seis fórmulas asociadas a la situación “viaje en colectivo”, el problema era que no sabía cuando ni a quien decírselas.
En todo momento mostraba un total defasaje entre lo que decía y la acción o el momento en el que se encontraba.
Ya sentada y mirando por la ventanilla seguía pidiendo, a gritos, un asiento o indicándole al chofer que quería un boleto de 80 -que por supuesto ya había pagado-, después frente a la puerta y con la mano en el timbre exigía permiso a una serie de pasajeros imaginarios y mientras bajaba la escalera y casi pisando la calle no se cansaba de vociferar “-Chofer, parada, parada!!!!”.
Conectar las acciones del viaje con las cuatro o cinco frases correspondientes era para ella completamente imposible. Sólo después de hacer las cosas sentía, un poco compulsivamente, la necesidad, para ese entonces inútil, de hablar. Entre lo que hacía y sus pedidos se desataba una triste y eterna persecución en la que sus palabras,como un frustrado detective,siempre llegaban tarde a escena pues la acción ya había huido minutos antes.
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